Lea detenidamente las instrucciones del prospecto

Hoy voy a llorar; a aprender a llorar. Pero sin instrucciones. Nada de ayudas externas. Nada de maestros. A pelo, sin condones, sin Opus, sin Dei.

Creo que me bastarán tus recuerdos. La puta melancolía y unas gotas de nostalgia suicida. Prepararé el escenario. Contrataré plañideras profesionales, guionistas de culebrón, imbéciles en general.

Están todos invitados. Pasen y vean! Y rían, disfruten. Nadie les puede asegurar que sea la última vez, pero puedo mentir y decir que es casi la primera.

Todo requiere entrenamiento. El parto, la primera vez que chupaste de una teta y cuando dejaste de hacerlo para comer cosas más sólidas. Para todo hay libros de autoayuda, hasta para morir, hasta para follar, incluso clásicos con ilustraciones. Las otras cosas intermedias, como vivir, amar y desamar sólo tienen alguna página entre anuncios de perfumes en alguna revista pseudo-feminista, tipo test: cómo saber si tu chico te desea, cómo conseguir que te vea bonita.

Para qué carajo sirve la experiencia si más temprano que tarde nos atacará el Alzheimer, si somos el único animal que tropieza ene veces en la misma piedra. Porque no hay ninguna otra tan estúpida como para no evitarlas. A quién se le ocurre?! Deben ser reminiscencias de nuestros antepasados cavernícolas esta inexplicable manía de ir contra los muros, como si nos llamara la (puta) madre tierra. Maldito complejo de reptil.

Porque al final la razón no es más que una vieja bruja de cuento que se empeña en mostrar tu imagen en un espejo, como trailers de malas películas, para convencerte de que eres distinto, el príncipe azul, la princesa encantada. Trucos de aprendiz de mago que te hagan olvidar eso que sabes que justifica una vida entera. Algo así como una mirada que te provoca ese no sé que que qué sé yo, y nunca podrás (ni querrás, reconócelo) olvidar.