Hoy se cumplen siete años del atentado contra Las Torres Gemelas en New York, y se han guardado minutos de silencio y cosas por el estilo; no lo sé exactamente porque he pasado de periódicos y radios, sobre todo porque si ese día, hace siete años murieron miles de personas en esa «desgracia«, a mí, léeme los labios: Me vale madres!
Todos los que murieron ese día vivían en ese lugar que creyeron era la tierra prometida y obtuvieron su recompensa. No digo que se lo merecieran, aunque vaya usted a saber, no los conocía a todos, pero que un norteamericano muera en cualquier parte del mundo me da la misma tristeza que cuando un torero muere gracias a un buen pitonazo.
Ese día, esas pobres víctimas de la fast food, la tele basura, las estrellitas de la puta bandera y el dios salve a (norte, que se olvidan, pinches pendejeos!) América, estaban ahí para ser sacrificadas por la estupidez de sus dirigentes. Fueron víctimas de lo que, meses después su propio presidente bautizó con el eufemismo de «daños colaterales«. Que se la mamen…
Pero seria myu fácil echar la culpa a los políticos como hacemos aquí cuando hace sol porque hace un calor y cuando llueve también. Yo no voté a Bush, ellos sí. Decía Borges que, con el tiempo nos mereceremos tener ciertos gobiernos, y cada quien tiene lo que se merece.
Hace treinta y cinco años otro ignorante vestido con el uniforme oficial de los hijos de puta, o sea, disfrazado de ser humano bajo un traje militar, asesinó vilmente las ansias de un pueblo y una forma de entender la esperanza en la humanidad para el resto del mundo personificadas en el amable rostro del compañero Salvador Allende.
En los años que duró el infierno en Chile, murieron (desaparecidas y torturadas) muchas más personas que en el atentado suicida de las tristemente famosas torres, ese par de falos erguidos del capitalismo más cruel. Ese golpe de estado contra un presidente elegido democráticamente ( sin recuento de votos como el puto alcoholico de Bush o su clon mexicano dispuesto a que sigan desangrando a su pueblo, por unos méndigos votos malcomprados, por unas míseras tortillas) fue financiado, patrocinado y planeado por la CIA & Cía.
Todas las vidas valen lo mismo, pero todos los muertos no. Perdonen que no llore, disculpen que vuelva a brindar por los muertos de mi felicidad y los homenajes y las banderitas que se las metan bien adentro, justito hasta la zona cero.