Pequeñas alegrías y tristezas

forges

No sé yo que haya en el mundo palabras tan eficaces

ni oradores tan elocuentes como las lágrimas.

Lope de Vega

De pronto alguna tarde −y estas cosas si son de las que te pasan cuando menos te la esperas o en ese preciso instante−, o mejor, una noche te tropiezas de frente contra una farola, como en esos vídeos tontos de los programas tontos de la caja tonta.

Pero, la cosa deja de tener su gracia cuando vas en un coche a una velocidad que sólo la física es capaz de calcular, que dirían los que afirman que creen cualquier cosa que esté comprobrado científicamente; o sólo Dios, que dirían otros.

Y, aún así, te habrías persignado o dejado de  mirar con estúpido asombro tu coche de haber sabido, como hoy, que en ese mismo finde hubieron treinta nuevos números para rellenar las estadísticas, macabras, tristes, necesarias y, casi siempre, inútiles de la DGT. Y ahí te llega la primera alegría al saber que, al menos, no formas parte de ellas.

Por suerte para todos (?) el gobierno de los USA ultima su ayuda a los tres grandes, podridos y derrochadores fabricantes de chatarra, made in Detroit; así que podremos seguir generando estadísticas, ensuciando el planeta, y dando de comer a tantas familias que viven de las empresas relacionadas con la parca, la de la guadaña: floristerías, cementerios municipales privatizados, tanatopractores…

Por desagracia para nuestras conciencias, existen organizaciones financiadas con los desechos de los países ricos, como la FAO, con la que pretendemos lavar los trapos sucios del alma con más estadísticas: esta vez el guarismo nos dice que, en un año, sólo hay 40 millones de personas más que padecen hambre… y vuelvo a sonreír, amargamente, ya que esta mañana no desayuné porque no me entraba nada, ni siquiera vergüenza.

Y por si ayer se te olvidó decir te quiero, ahí va una sugerencia, de la mezcla extraña entre Luna y Toro, entre Jazz y Flamenco, a lo Nono García.

Ah, porsiaca, Te Quiero.