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Barcelona, 12 de mayo de 2009

Carajo! Ya estamos en el 2009!?

Que hasta un inútil como yo sea capaz de tener una «experiencia estética«, un orgasmo de los sentidos en el que —por increíble que les parezca a algunos— el sexo no tiene por qué estar presente, me confirma la certeza de una de las pocas sensaciones (no voy a decir ideas; estoy dejando de ser arrogante para entenderme) o ideas (lo dije!) que me ha sido permitido experimentar.

Es imposible describir con palabras o imágenes este momento, y ni siquiera lo voy a intentar. Ver como cae la noche con la Sagrada Familia enfrente… Acaban de dar las siete de la tarde y las campanas —y creo que una especie de musiquita acompañándolas— se mezclan con las ambulancias (esas sirenas gritando por la ciudad en busca de Ulises, que decía el maestro), el ruido del tráfico adecuado para cualquier gran ciudad que se precie y los graznidos, o como chingados se diga, de un pinche perico en el balcón de la rambla y al que me están ganas de desplumar y meter en el horno.

Sin embargo me cambiaría por él, eso suponiendo que no esté encerrado en una jaula, para volar hacia todos y cada uno de los rincones de este sentimiento tallado en piedra.

Tal vez algún día me dé por enumerar todos los sitios en los que he estado y en los que he sabido que la vida era eso y poco más. Prometo no escribir una autobiografía, sobre todo porque el primero en aburrirse sería yo, y para eso mejor ver la tele, o leer a Vargas Llosa, por ejemplo. Además, como dice Bolaño, «las únicas autobiografías interesantes, en realidad las únicas biografías interesantes, son las de los grandes policías o las de los grandes asesinos (estas últimas, por supuesto, publicadas bajo seudónimo o anónimamente, o publicadas post mortem)«

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