Yo no vine aquí, viniste tú
yo no te esperaba y te besé,
se supone que debo callar.
Apología de mujer con sombrero. Silvio

   Y, de repente, como tienen que ser estas cosas, aparece la serenidad, te besa y, de puntillas, descalza se cuela en la recámara más recóndita de tu cuerpo o de tu hogar y se instala en tu vida y en tus sueños sin solución de continuidad.

   Esta paz que tanto buscaba me permitirá seguir un poco más allá, tantito más acá de este espacio y de este momento. Porque no busco más de lo que encuentro, ni menos de lo que podemos ofrecernos. Yo, por ejemplo, estoy dispuesto a seguir dibujándote con mis palabras para delinear tu silueta tal y como siempre quise que fuera. Estas palabras que se me quedan cortas, que no me alcanzan para tomar tu mano y, paradójicamente, acarician tus labios. Las vendería, las rentaría, las exprimiría de significados cotidianos con tal de que, más que sea una de ellas, consiguiera hacerte sentir lo que ya sabes.

   Hoy no puedo escribir ni los versos más tristes, ni los párrafos más inolvidables, ni las páginas más memorables. Hoy me impongo esta sentencia como necesidad, de la misma forma que necesito de ti. Ahora que estoy entero es cuando más falta hace que me complementes, ahora que puedo darte algo más que una mitad o un pronombre personal de primera persona del singular, ahora que podemos sumar y pluralizar.

   Porque, ¿sabes qué? La realidad no responde a encuestas, pasa de estadísticas y/o casi siempre cumple el dicho que dice que están hechas para romperlas. A lo sumo, no sabe/no contesta. Y yo siempre reprobé las matemáticas, aprobé la (parte) física siempre raspando o rozándola, siempre, siempre, y la química debe ser esto de ahora, como cuando hacía los experimentos en el laboratorio y el profe te decía que no, eso nunca lo juntes, con esa mezcla quien se sabe que reacción puede producir.

   Tal vez ahora se inició la reacción en cadena, la fisión de mi núcleo -el hallazgo de mi centro- bombardeado por ideas, sueños, ganas. Un ataque premeditado contra augurios sociales, contra horóscopos impuestos, signos estelares y marcas de nacimiento. Una guerra contra el nacer, el coger y el morir.

   Predicciones, causas, efectos, casualidades? No. Causalidades, por fin.

   No seré un soldado valiente  porque sabré correr a tiempo. Me persiguen los años igual que se me escapan los segundos. Sólo tengo miedo a esta insoportable inmovilidad, a no sentir que puedo, a no saber que debo, a no querer querer. Ya lo dice mi amigo: guerra avisada no deja muertos, y un valiente es uno al que no le dio tiempo a escapar. Me declaro en guerra y no quiero consejos, esta vez me voy a equivocar por mí mismo.

   Las únicas batallas en las que pienso dejarme la vida y todos mis hijos muertos, serán cuerpo a cuerpo, en la guerrilla diaria del amor, donde quiero atraparte con mis celadas (sin celos) sin promesas.

   Gracias por contribuir a mi paz. Te agradezco que hayas firmado este armisticio y no hagas casi ruido al entrar y que traigas los pies fríos.