La semana pasada (la
hemana pahá) llevó mi portátil a arreglar. Si hubiera estado en el DeFe lo
habría llevado a la Plaza de la Computación, hubiera pagado la mitad y me
habrían llenado el disco duro de película auténticamente piratas, y si le
hubiera dicho que quería repara mi ordenador se habrían cagado de risa, pero no
fue el caso.

   Lo bueno que tienen estas
pinches maquinitas es que cada cierto tiempo las puedes mandar a hacer la
revisión de los diez mil kilómetros. Le borras toda la memoria, reinstalas el
sistema operativo y como si no hubiera pasado nada, a vivir otro año.


   No seré la primera persona
que haga (desee) la comparación entre máquinas y seres humanos, ni entre las
virtudes y defectos según y cómo, pero creo que aún no se ha convertido en
lugar común porque, de momento y a pesar de la Ciencia Ficción, es imposible.

   Pero como imaginar es
gratis (hablando de lugares comunes y frases relamidas, empalagosas y
manoseadas), habría pagado un poco más porque el reset all me lo hubieran hecho a mí, a mi memoria al menos.

   Un par de días en el
servicio técnico y llegas a casa que no te reconoce ni la madre que te parió,
lo que en mi caso sería un servicio impagable, de ahí que ni lo intente.
Pero como imaginar es…
sería fantastic irse a dormir sin recuerdos, que todo (lo único) lo acumulado
en la infrautilizada memoria no fuera más que lo vivido durante ese día.

   No iba a ser como empezar
de nuevo porque, al igual que con las compus, siempre se quedan restos de las
instalaciones de los múltiples programas que hemos ido instalando las más de
las veces de manera innecesaria, por el mero hecho de tener y acumular, porsiaca, como los cientos, miles,
decenas de miles de canciones y videos que jamás escucharemos ni veremos. O
sea, que mejor no hablar de esos libros electrónicos que nunca quisimos leer en
papel y que ahora, como me los puedo bajar, los guardo. Claro, seguro que los
leo. Mañana, a la tarde.

   Lo recomendable es tener
un buen antivirus y actualizarlo continuamente.

   Yo me pediría uno que ya
tuviera incorporada la actualización Herodes 0.666, esa que sirve para eliminar
los molestos ruidos, rabietas, chillidos, risas y canciones entonadas por cosas
de menos de 30 años a las que solemos llamar niños o niñas, porque hay de ambos
sexos a cual más incordio. Esta actualización nos evitaría los pensamiento que,
inevitablemente, nos vienen a la cabeza y que siempre terminan contigo en la
cárcel.

   Por otro lado, hay que
seguir las recomendaciones de las empresas fabricantes que dicen que no hay que
visitar sitios desconocidos, así como no interactuar con otras personas en las
redes sociales que no conozcamos personalmente.

   O sea, que para qué voy a
donde nadie me llama y por qué me empeño en hablar con gente que no me
interesa, incluso con la que me interesa y conozco en persona, algo que no
siempre evita que nuestro disco duro se contamine igualmente.

   En definitiva, que hoy,
por fin, tengo mi lap como nueva, un montón de trabajo atrasado y yo aquí perdiendo
el tiempo.

   Será porque estos días he
estado viendo la televisión y me he vuelto más imbécil de lo habitual y me
empeño en demostrarlo, único efecto de la caja tonta.