Novísimos limbos. Antonio Praena

Pero entonces, don Carlos, ¿de dónde esa querencia
suya por los lugares teológicos? No, no me refiero a los clásicos Loci theologici 
qué más quisiera uno esperar una referencia de esta
altura de parte de usted
,
sino a lugares de los que mejor sería que hable la teología, que para eso está,
y los teólogos, que para eso nos dejamos en manuscritos y latines nuestra
agudísima visión. Esos lugares de cuya existencia y carácter se dedicaban tratados
como la escatología. Esos lugares que, por tratar de lo último, se llamaban novísimos.
Sin embargo tiene que venir usted y hablarnos de
ello, concretamente del limbo. Y, vaya por Dios, ahora el limbo ha quedado
reducido a un psiquiátrico en el que, para colmo, se aplican tratamientos
policiales, interrogatorios en los que hay que suponer que la víctima (¿he
dicho víctima?: quería decir paciente) miente por sistema.

Mire usted (esto de “mire usted” no lo voy a repetir
más, o acabaré pareciéndome a Rajoy), quiera la vida librarnos de caer en manos
de algún siniestro mediquillo de los que usted inventa, porque lo ha inventado,
¿verdad?, y quiera el destino que desatine usted en todos sus cálculos, porque
¡hay que tener retorcido el seso para engendrar semejante cárcel para aquellos
que ven a donde no se sabe que van!
Porque, don Carlos de la (poquita) Fe, a estas
alturas debía usted tener noticia de que el limbo desapareció hace años de los
antemencionados manuales De novissimis.
Al igual que en una novela, los relatistas cortos 
nótese aquí el doble sentido de “cortos” deberían emplear parte de su
tiempo en documentar adecuadamente los habitáculos que configuran para el
destino del ser humano.
¿Se cree usted moderno al tratar estas cosas? ¡Que
tenga que desaparecer el limbo de los púlpitos para que la literatura nos
sumerja nuevamente en él!
Mas, con todo, lo que es imperdonable, lo que
verdaderamente sí que constituye agravante para destinarle a usted al infierno,
es haber causado en almas sensibles como la mía desasosiego, angustia y
claustrofobia. Dígame: ¿cómo se las apaña para con tan pocas líneas destrozar
las expectativas de salvación de aquellos a quienes el rayo de la oscuridad ha
herido? ¿Qué será de los locos? ¿Tiene usted conciencia de hasta qué punto la
literatura puede horadar la realidad y abrir un hueco de terror allí donde
metafísicamente es imposible?

© Antonio
Praena