Nadie se creerá que miento o exagero si digo que soy mexicano a pesar de haber nacido a una decena de kilómetros de tierras aztecas. ¿Motivos? ¿A poco hacen falta? Eso de los patriotismos y las banderas es de una incoherencia tal que solo la especie humana entiende, quien la entiende. Pero si hay que decidir y ser «algo», pues yo soy mexicano, ahora exiliado de mi «patria».
De ahí que siempre esté leyendo y escribiendo sobre ella y sobre cualquier cosa que tenga relación con sus costumbres, excepto de EPN y el enano anterior. Hoy mismo leo en La Jornada un titular que llama mi atención: «Un viaje a través de la comida», mexicana, claro.
Creo que no hay que decir que la comida mexicana tiene más que merecido el reconocimiento como patrimonio de la Humanidad (me permito añadir que la peruana también) pero es curioso que el artículo resalte (sobre todo si miramos la foto y atendemos a la historia y la realidad, que casi nunca van de la mano). Entre otras «perlas» (para cerdos, sí, como quien redacta la noticia, además de ignorante y necio): «fondas o modestos establecimientos que han adquirido fama por el sabor de sus platillos, el sazón de sus chefs o sus cocineras».
Curiosa redacción del artículo, por no decir directamente machista. En la foto se ve claramente a muchos de los más famosos chefs mexicanos… ¿No los ven? Entonces quítense las gafas violetas. Están ahí, claritos, mexicanitos, pendejos…
De La Jornada se podrán decir muchas cosas excepto que no sea un periódico de izquierda. En España dirían de extrema izquierda. En España estaría prohibido. En España sería ciencia ficción, no prensa. ¿Quién dijo que no se puede ser de izquierda y machista? Quien lo dijera no ha estado en México, ni en España, ni en este mundo.
Pero, dejemos hablar «al hombre»: «La Jornada quiere hacer sus propias recomendaciones a sus lectores. Para eso ha publicado un suplemento que es un viaje, un recorrido por las cocinas y comidas del país. Un catálogo hecho a partir de las recomendaciones de los propios chefs, comensales, amigos y vecinos de cocineros y restaurantes o de aquellos que buscan conversar con meseros y cocineras».
A mí me sale decir «A güevo, güey». Los chefs, los amigos, los vecinos, los cocineros, los meseros (las meseras son putas o teiboleras, a güevo) y… LAS COCINERAS.
Si quieres comer bien, platillos tradicionales en cualquier parte del mundo, ¿qué lugar elegirías? ¿Uno donde haya un «chef» o uno donde cocine una señora como cualquiera de las que salen en la foto?
Pero, por suerte, esto está cambiando. Como dice Angélica Cortés Fernández en el artículo publicado en Píkara Magazine, «cuando los hombres por fin entran en la cocina, no lo hacen para quedarse, sino para marcharse con el libro de recetas y, de paso, con la gloria. El encumbramiento de esta actividad supone un claro ejemplo de perversión y sexismo de la sociedad. La cocina solo adquiere mérito social cuando se convierte en algo masculino, terreno interesadamente diferenciado del femenino. La cocina femenina queda relegada a la de casa; la masculina, a la del negocio. La femenina es gratis, la masculina está remunerada».
La verdad, hay un suplemento especial de La Jornada, de 40 páginas que he desechado. Lo lamento. Me hubiera encantado deleitarme en la lejanía saboreando en el recuerdo unas enchiladas de mole, una birria, un pozole, unos tacos de cualquier cosa, incluso de “suaperro” y, por supuesto, mojándolo con una Vicky, un pulque natural o un mezcal. Me conformaré con dejar de leer ese periódico durante un par de meses hasta que se me pase el encabronamiento y mojando mis tacos caseros con el resto de mi salsita de chile de árbol (solo 50 chilitos para medio litro de salsa) y mi vinito de Ribera.
Como me contaba mi cuate René Meza, en los yunaiesteis ya hay una segunda generación de «espaldas mojadas» que en las reuniones familiares no prueban la comida mexicana porque ellos (siempre ellos) se siente (y son, pobres) yunaiestesianos. Eso sí, al rato tragan atole con el dedo.
Por si aún les queda alguna duda, sepan que la RAE, esa prestigiosa (risas) institución que fija, limpia y da esplendor al machismo más recalcitrante, acaba de incorporar a su diccionario la palabra «Matrono». Y no, no la define como “hombre que realiza las tareas de una matrona” (porque ‘jueza’, para la RAE, es la mujer que ejerce las funciones del juez), sino como… no sé, ¿gilipollas?
NOTA: Este artículo contiene palabras malsonantes y muchos improperios como RAE, hombres y España. Léalo bajo su responsabilidad.
© Carlos de la Fé