Ahora vivo en Granada.
Mejor dicho: ahora estoy vivo en Granada o vivo
Granada.
Granada.
Vivo en Granada no por casualidad, esa palabra que
inventamos para nombrar lo que, aún hoy, ni la ciencia ni la religión (cada vez
más parecidas, más incompresibles), vivo porque fue el último reducto contra
las fuerzas invasoras de los castellanos.
inventamos para nombrar lo que, aún hoy, ni la ciencia ni la religión (cada vez
más parecidas, más incompresibles), vivo porque fue el último reducto contra
las fuerzas invasoras de los castellanos.
Y por otros muchos motivos más, que vinieron de la
mano, que he ido descubriendo por causalidad.
mano, que he ido descubriendo por causalidad.
Lo mismo que me ocurrió cuando supe que era mexicano
sin haber nacido en la Nueva España, la otra gran tierra mancillada por la
estupidez congénita de la barbarie inculta e ignorante de su pasado.
sin haber nacido en la Nueva España, la otra gran tierra mancillada por la
estupidez congénita de la barbarie inculta e ignorante de su pasado.
En una calle del centro hay una estatua en honor a un
tal Jose Alfredo. En otra está la Huerta de San Vicente. Un poco más allá el
edificio del Gobierno desde donde los fascistas dieron la orden de detener a
Federico, de buscarlo en casa de su amigo Luis Rosales.
tal Jose Alfredo. En otra está la Huerta de San Vicente. Un poco más allá el
edificio del Gobierno desde donde los fascistas dieron la orden de detener a
Federico, de buscarlo en casa de su amigo Luis Rosales.
Federico aplazó siempre su viaje a México, donde la
muerte no lo hubiera encontrado, donde —lo sé, a mí me pasó— nada más pisar la
tierra habría estado en casa.
muerte no lo hubiera encontrado, donde —lo sé, a mí me pasó— nada más pisar la
tierra habría estado en casa.
Estar en Granada es estar donde coño sea que esté
enterrado Federico. Haber estado en México, en cualquier parte de la República
pero especialmente en el Zócalo de Oaxaca, el más bonito sin duda, es saber que
allí estuvo, estaba y estará para siempre Chavela.
enterrado Federico. Haber estado en México, en cualquier parte de la República
pero especialmente en el Zócalo de Oaxaca, el más bonito sin duda, es saber que
allí estuvo, estaba y estará para siempre Chavela.
Chavela tampoco había nacido en México pero eso fue
sólo una equivocación geográfica, porque México está donde hay alguien que
escucha a Chavela.
sólo una equivocación geográfica, porque México está donde hay alguien que
escucha a Chavela.
La primera vez que Cortázar fue a Oaxaca se sorprendió
del ajetreo que había en todos los lugares. Parecía que se estuvieran
preparando para un acontecimiento especial. Cuando la curiosidad le pudo
preguntó qué pasaba: «Hoy viene la reina», le contestaron. La reina era, claro,
Chavela.
del ajetreo que había en todos los lugares. Parecía que se estuvieran
preparando para un acontecimiento especial. Cuando la curiosidad le pudo
preguntó qué pasaba: «Hoy viene la reina», le contestaron. La reina era, claro,
Chavela.
Yo fui a Oaxaca porque era mi destino, porque tenía que tomarme un
mezcal de a una o dos cuadras como mucho, porque tenía que ver de cerca un
tobalá plantado en los jardines de Santo Domingo.
mezcal de a una o dos cuadras como mucho, porque tenía que ver de cerca un
tobalá plantado en los jardines de Santo Domingo.
Hay cosas que se juntan sin saber muy bien por qué y
que a veces llamamos destino, azar o casualidad.
que a veces llamamos destino, azar o casualidad.
Nos sorprenden menos o no nos paramos a pensarlas
cuando se trata de personas.
cuando se trata de personas.
El amor es una de ellas, tal vez la más incompresible
de todas, la más ilógica pero… que chingados, a quién le importa.
de todas, la más ilógica pero… que chingados, a quién le importa.
Recuerdo mi primer taco de cochinita pibil por
División del Norte, el segundo por Chabacano (de todo, con todo), el tercero de
birria, el pozole del mercado de Coyoacán y no me acuerdo del primer mezcal ni
del penúltimo, porque el último aún me espera.
División del Norte, el segundo por Chabacano (de todo, con todo), el tercero de
birria, el pozole del mercado de Coyoacán y no me acuerdo del primer mezcal ni
del penúltimo, porque el último aún me espera.
Recuerdo escuchar un mariachi de los de a deveras en
Plaza Garibaldi y un pulque de verdad en Tulancingo.
Plaza Garibaldi y un pulque de verdad en Tulancingo.
Recuerdo cada paseo que dimos por la Roma y la Condesa
y cada calle del Centro.
y cada calle del Centro.
Y sobre todo recuerdo la primera vez que escuche, en
cualquier radio, en cualquier calle, cualquier día la voz de Chabela.
cualquier radio, en cualquier calle, cualquier día la voz de Chabela.
Allí no había una película de por medio, no estaba el
gran Almódovar resucitando a la reina. Después se repitió en cada borrachera,
seguramente en La Botica de la Zona Rosa al lado de casa.
gran Almódovar resucitando a la reina. Después se repitió en cada borrachera,
seguramente en La Botica de la Zona Rosa al lado de casa.
Es imposible explicar con palabras, al menos con unas
pocas, lo que Chavela fue capaz de hacer con su voz, con su forma de entender
la vida, con esa mezcla entre realidad y ficción que, en verdad, no existe.
pocas, lo que Chavela fue capaz de hacer con su voz, con su forma de entender
la vida, con esa mezcla entre realidad y ficción que, en verdad, no existe.
Chavela nunca interpretó un papel. No era una
cantante, no era lesbiana, no tomaba por tomar, no lloraba por llorar y no
vivía para morir.
cantante, no era lesbiana, no tomaba por tomar, no lloraba por llorar y no
vivía para morir.
Chavela lloraba cantando, amaba tomando y vivía
sabiendo que la única forma de reírse tantito de la muerte era chingarla pero
bien, viviendo cada día y, sobre todo, cada noche como si no hubiera mañana.
sabiendo que la única forma de reírse tantito de la muerte era chingarla pero
bien, viviendo cada día y, sobre todo, cada noche como si no hubiera mañana.
Para vivir así hay que ser Chavela, hay que ser
mexicana.
mexicana.
Para morir basta con haber nacido. Eso lo hace
cualquiera y siempre por casualidad.
cualquiera y siempre por casualidad.
Se te extraña un chingo, pinche Chavela.