«Éramos las personas que no salían en los
periódicos. Vivíamos en los espacios en blanco, en los márgenes de cada número.
Esto nos daba libertad.
periódicos. Vivíamos en los espacios en blanco, en los márgenes de cada número.
Esto nos daba libertad.
Vivíamos entre las líneas de las noticias»[i].
Partamos de un acuerdo: Las casualidades no existen luego, todo lo
demás, debe de tener un porqué.
demás, debe de tener un porqué.
En «El cuento de la criada»,
de Margaret Atwood, esta novela de la genial escritora canadiense, nada es
casual, todo está premeditado, desde la historia que cuenta, el tema que trata
hasta —y sobre todo— la arquitectura premeditada y perfectamente escondida de
su trama avisándonos de que estamos ante un talento fuera de serie.
de Margaret Atwood, esta novela de la genial escritora canadiense, nada es
casual, todo está premeditado, desde la historia que cuenta, el tema que trata
hasta —y sobre todo— la arquitectura premeditada y perfectamente escondida de
su trama avisándonos de que estamos ante un talento fuera de serie.
Pero, vaya una advertencia, como dirían las autoridades de la novela:
«El cuento de la criada» puede ser
perjudicial para su salud (mental), de hecho se corre el riesgo de pensar, algo
que está prohibido en la sociedad descrita en la novela y poco común en la
actual. Habría que emplear la fórmula médico-farmacéutica y decir eso de «úsese
irónicamente aplicándola vía tópica, utópica y, sobre todo, distópica».
«El cuento de la criada» puede ser
perjudicial para su salud (mental), de hecho se corre el riesgo de pensar, algo
que está prohibido en la sociedad descrita en la novela y poco común en la
actual. Habría que emplear la fórmula médico-farmacéutica y decir eso de «úsese
irónicamente aplicándola vía tópica, utópica y, sobre todo, distópica».
La distopía es uno de los recursos ficcionales que emplea la autora para
narrarnos este cuento con forma de novela. Evidentemente, esta palabra no está
incluida en el DRAE, como tantas otras que pueden llevar a las personas a
plantearse algo importante. Otra muestra más de que para quienes se arrogan el
derecho a dictar que palabras son o no correctas la lengua está en una galaxia
distinta a la literatura.
narrarnos este cuento con forma de novela. Evidentemente, esta palabra no está
incluida en el DRAE, como tantas otras que pueden llevar a las personas a
plantearse algo importante. Otra muestra más de que para quienes se arrogan el
derecho a dictar que palabras son o no correctas la lengua está en una galaxia
distinta a la literatura.
La distopía, como antónimo de
utopía, describe un mundo igual de imaginario, en un futuro más o menos
cercano, en el que esgrimiendo argumentos típicos de las clases sociales
poderosas (léase poderes fácticos como los mass media, la política y la élite
financiera) crean un mundo ideal en el que, siempre por nuestro bien, se
emplean métodos totalitarios y fascistas encaminados a la eliminación del
carácter individual y la preponderancia de la uniformidad.
utopía, describe un mundo igual de imaginario, en un futuro más o menos
cercano, en el que esgrimiendo argumentos típicos de las clases sociales
poderosas (léase poderes fácticos como los mass media, la política y la élite
financiera) crean un mundo ideal en el que, siempre por nuestro bien, se
emplean métodos totalitarios y fascistas encaminados a la eliminación del
carácter individual y la preponderancia de la uniformidad.
Esta técnica ha sido empleada en
obras maestras de la literatura que llevan la etiqueta de ciencia ficción,
tales como «Fahrenheit 451» de Ray
Bradbury, «La carretera» de Cormac
McCarthy, «El señor de las moscas» de
William Golding o «Rebelión en la granja»,
de George Orwell, entre otras.
obras maestras de la literatura que llevan la etiqueta de ciencia ficción,
tales como «Fahrenheit 451» de Ray
Bradbury, «La carretera» de Cormac
McCarthy, «El señor de las moscas» de
William Golding o «Rebelión en la granja»,
de George Orwell, entre otras.
En la contraportada de la primera
edición española de 1987 a cargo de Seix Barral (con una correctísima
traducción de Elsa Mateo Blanco) se dice que es comparable a «1984» del propio Orwell o «Un mundo feliz» de Huxley o «La naranja mecánica» de Burgess. Estas
comparaciones que vienen al caso —como pocas veces ocurre en la crítica literaria—,
nos dan ya un indicio de la calidad literaria y filosófica de esta novela.
edición española de 1987 a cargo de Seix Barral (con una correctísima
traducción de Elsa Mateo Blanco) se dice que es comparable a «1984» del propio Orwell o «Un mundo feliz» de Huxley o «La naranja mecánica» de Burgess. Estas
comparaciones que vienen al caso —como pocas veces ocurre en la crítica literaria—,
nos dan ya un indicio de la calidad literaria y filosófica de esta novela.
Otra de las técnicas que utiliza
magistralmente Atwood es el flasback.
En la primera parte del texto, los párrafos que hacen referencia al pasado en
el que empieza a gestarse la trama, aparecen separados. Sin embargo, según
avanza la historia, la autora consigue meternos de lleno en ese mundo “no real”
gracias a la delineación casi imperceptible de ambientes y personajes y las
referencias al mundo anterior se van alternando de un párrafo a otro sin que
tenga necesidad de recurrir a un salto de página para advertirnos.
magistralmente Atwood es el flasback.
En la primera parte del texto, los párrafos que hacen referencia al pasado en
el que empieza a gestarse la trama, aparecen separados. Sin embargo, según
avanza la historia, la autora consigue meternos de lleno en ese mundo “no real”
gracias a la delineación casi imperceptible de ambientes y personajes y las
referencias al mundo anterior se van alternando de un párrafo a otro sin que
tenga necesidad de recurrir a un salto de página para advertirnos.
Se dice que el título de la novela
puede ser un homenaje al «Los cuentos de
Canterbury», de Chaucer, pero como casi todas las claves e interpretaciones
del libro, sólo nos serán reveladas en las últimas páginas. En esa parte,
también tendremos la oportunidad de ver el claro paralelismo que existe entre
el mito de Eurídice y Orfeo que se nos ha ido desgranando página a página
envuelto en una prosa que, por momentos, parece telegráfica, eminentemente oral
y directa, tal y como haría alguien que nos estuviera contando un cuento.
puede ser un homenaje al «Los cuentos de
Canterbury», de Chaucer, pero como casi todas las claves e interpretaciones
del libro, sólo nos serán reveladas en las últimas páginas. En esa parte,
también tendremos la oportunidad de ver el claro paralelismo que existe entre
el mito de Eurídice y Orfeo que se nos ha ido desgranando página a página
envuelto en una prosa que, por momentos, parece telegráfica, eminentemente oral
y directa, tal y como haría alguien que nos estuviera contando un cuento.
El estilo de la novela es tema
aparte. Genial es un adjetivo que se queda corto. Las frases cortas a menudo
recuerdan la técnica de la novela negra; las pistas que se nos van mostrando
aluden a la novela de investigación, policial y detectivesca, y los párrafos
cortos con repeticiones que van ampliando los conceptos y las sensaciones de la
protagonista, son dignos de ser incluidos en un libro de filosofía, de
sociología o de antropología social.
aparte. Genial es un adjetivo que se queda corto. Las frases cortas a menudo
recuerdan la técnica de la novela negra; las pistas que se nos van mostrando
aluden a la novela de investigación, policial y detectivesca, y los párrafos
cortos con repeticiones que van ampliando los conceptos y las sensaciones de la
protagonista, son dignos de ser incluidos en un libro de filosofía, de
sociología o de antropología social.
¿Dije cuento en forma de novela?
¿Será “otra casualidad” vernos obligados a mezclar género literario con género
social?
¿Será “otra casualidad” vernos obligados a mezclar género literario con género
social?
«Si un personaje
actúa con la incoherencia que la mayoría de nosotros mostramos casi siempre, no
es una creación verosímil, sino un defecto de la creación de las mujeres o una
parábola, no sobre la fragilidad humana, sino sobre una determinada debilidad»[ii].
actúa con la incoherencia que la mayoría de nosotros mostramos casi siempre, no
es una creación verosímil, sino un defecto de la creación de las mujeres o una
parábola, no sobre la fragilidad humana, sino sobre una determinada debilidad»[ii].
A veces olvidamos que para que un
texto pueda entrar en el ámbito de lo que denominamos literatura debe de ser
ficción en mayor o menor medida. Cuando una novela o un cuento o cualquier otro
tipo de escrito nos gana hasta el punto de que llegamos a confundirlo con la
realidad, o sea, cuando está tan bien escrito que nos resulta verosímil, en
lugar de alabarlo lo criticamos porque no refleja fielmente esa realidad, por
cierto siempre acotada a experiencias personales.
texto pueda entrar en el ámbito de lo que denominamos literatura debe de ser
ficción en mayor o menor medida. Cuando una novela o un cuento o cualquier otro
tipo de escrito nos gana hasta el punto de que llegamos a confundirlo con la
realidad, o sea, cuando está tan bien escrito que nos resulta verosímil, en
lugar de alabarlo lo criticamos porque no refleja fielmente esa realidad, por
cierto siempre acotada a experiencias personales.
«Si invento un personaje femenino, me gustaría poder describirlo como
alguien capaz de sentir todas las emociones del ser humano —odio, envidia,
rencor, codicia, ira y miedo, y también amor, piedad, tolerancia y alegría—,
sin tener que presentarla como un monstruo, una rareza o un mal ejemplo. Me
gustaría también que fuera ingeniosa, inteligente y traviesa si la trama lo requiriera,
sin tener que presentarla como una divinidad maligna o un ejemplo evidente de
la maldad de las mujeres»[iii].
alguien capaz de sentir todas las emociones del ser humano —odio, envidia,
rencor, codicia, ira y miedo, y también amor, piedad, tolerancia y alegría—,
sin tener que presentarla como un monstruo, una rareza o un mal ejemplo. Me
gustaría también que fuera ingeniosa, inteligente y traviesa si la trama lo requiriera,
sin tener que presentarla como una divinidad maligna o un ejemplo evidente de
la maldad de las mujeres»[iii].
A lo largo de «El cuento de la criada» nos
encontramos con caracterizaciones de personajes femeninos que no serían alzadas
a un pedestal por el feminismo rancio que tanto daño hace a la concepción y
consecución de un mundo más igualitario entre mujeres y hombres. Pero, como
dice la autora: «A las mujeres, tanto a los personajes como a las personas,
deberían permitírseles sus defectos»[iv].
encontramos con caracterizaciones de personajes femeninos que no serían alzadas
a un pedestal por el feminismo rancio que tanto daño hace a la concepción y
consecución de un mundo más igualitario entre mujeres y hombres. Pero, como
dice la autora: «A las mujeres, tanto a los personajes como a las personas,
deberían permitírseles sus defectos»[iv].
Este libro debería ser —es— un
clásico de la literatura, pero no lo es. Y no lo es por una simple razón: está
escrito por una mujer. Para más Inri, su
protagonista es una mujer y las secundarias, también.
clásico de la literatura, pero no lo es. Y no lo es por una simple razón: está
escrito por una mujer. Para más Inri, su
protagonista es una mujer y las secundarias, también.
Tampoco lo es porque este libro
quema en la conciencia más que en las manos, porque hace pensar y, sobre todo,
porque da miedo y parece, más que ciencia ficción, cruda realidad.
quema en la conciencia más que en las manos, porque hace pensar y, sobre todo,
porque da miedo y parece, más que ciencia ficción, cruda realidad.
Impresiona la lucidez de Margaret
Atwood, sin embargo, atendiendo a su coherencia personal, deja de
sorprendernos. Este libro está escrito en 1985 y parece que estuviéramos
leyendo una crónica periodística de la actualidad. Asusta.
Atwood, sin embargo, atendiendo a su coherencia personal, deja de
sorprendernos. Este libro está escrito en 1985 y parece que estuviéramos
leyendo una crónica periodística de la actualidad. Asusta.
Por eso la protagonista se dice en numerosas ocasiones que no
quiere contar este cuento o se plantea el para qué o a quién se lo está
contando, si servirá de algo, a alguien, alguna vez.
quiere contar este cuento o se plantea el para qué o a quién se lo está
contando, si servirá de algo, a alguien, alguna vez.
«Me gustaría creer que
esto no es más que un cuento que estoy contando. Necesito creerlo. Debo
creerlo. Los que pueden creer que estas historias son sólo cuentos tienen
mejores posibilidades.
esto no es más que un cuento que estoy contando. Necesito creerlo. Debo
creerlo. Los que pueden creer que estas historias son sólo cuentos tienen
mejores posibilidades.
Si esto es
un cuento que yo estoy contando, entonces puedo decidir el final. Habrá un
final para este cuento, y luego vendrá la vida real. Puedo decidir dónde
dejarlo.
un cuento que yo estoy contando, entonces puedo decidir el final. Habrá un
final para este cuento, y luego vendrá la vida real. Puedo decidir dónde
dejarlo.
Esto no es
un cuento que estoy contando.
un cuento que estoy contando.
También es
un cuento que estoy contando, en mi imaginación, sobre la marcha.
un cuento que estoy contando, en mi imaginación, sobre la marcha.
Contando
más que escribiendo, porque no tengo con qué escribir y, de todos modos,
escribir está prohibido. Pero si es un cuento, aunque sólo sea en mi
imaginación, tengo que contárselo a alguien. Nadie se cuenta un cuento a sí
mismo. Siempre hay otra persona.
más que escribiendo, porque no tengo con qué escribir y, de todos modos,
escribir está prohibido. Pero si es un cuento, aunque sólo sea en mi
imaginación, tengo que contárselo a alguien. Nadie se cuenta un cuento a sí
mismo. Siempre hay otra persona.
Aunque no
haya nadie»[v].
haya nadie»[v].
Por qué escribir ha sido, es y será la eterna pregunta cuya
única respuesta, paradójicamente, sólo se puede intentar aprehender
escribiendo.
única respuesta, paradójicamente, sólo se puede intentar aprehender
escribiendo.
Margaret Atwood consigue con esta novela revivir uno de los
principios del Arte en general y de la literatura en particular: compartir un
mundo personal sabiendo que, de un modo u otro, nada humano nos es ajeno,
incluso «Aunque no haya nadie».
principios del Arte en general y de la literatura en particular: compartir un
mundo personal sabiendo que, de un modo u otro, nada humano nos es ajeno,
incluso «Aunque no haya nadie».
«¿Alguna pregunta?»
© Carlos de
la Fé
la Fé