Vivimos una época histórica sin igual. Habrá quien esta primera frase la piensa con orgullo, como si haber nacido en un momento determinado del tiempo de la historia de la humanidad fuese algún mérito. Sé, incluso, de gente que tiene esa sensación, y lo difunde como si al resto del planeta le interesara, por el mero hecho de que su nacimiento haya tenido lugar en un país determinado. A este último tipo de personas se les suele llamar, cuando llegan a extremos insospechados, nacionalistas. También se les llama imbéciles, pero de esto no tengo pruebas.
Inútil como soy para la mayoría de las artes, sobre todo la escritura como pueden comprobar, reconozco mi incapacidad supina en el campo de las ciencias. Las otras no las reconozco, me las gritan incesantemente. Pero recuerdo de una de las pocas veces que fui a clase, que dos más dos eran cuatro y que dos más tres son sólo cinco para tener una excusa para decir “por el culo te la hinco”.
O sea, que si sumamos uno más Pi al cuadrado dividido por la raíz de alfa y omega, el resultado es un imbécil contento y feliz como una lombriz de haber nacido. Y casi exactamente con el mismo coeficiente intelectual que ese adorado y baboso animal. La lombriz, se entiende.
Ese tipo de personas se han adueñado del planeta ante la impavidez y asombro del resto de las especies. El descendiente directo del mono, ese animal que dedica su vida a tocarse los… pies, acabó por convertirse en el mandamás. Ahora, su progenie se permite el lujo de decidir que sólo ellos tienen ciertas capacidades que les confieren el derecho a señorear tierra, mar, aire y centros comerciales.
Hay indicios de que algunos especímenes de ese conjunto de cromosomas unidos por la casualidad se dedican a la crítica literaria y, los más osados, a escribir libros para que sus congéneres puedan encontrar un sentido a sus vidas. Otra parte emplea su tiempo en lo mismo que sus parientes lejanos y simiescos, esto es, a tocarle los… pies al resto de sus parientes: Dentro de este grupo se encuentran los iluminados por un golpe en su más tierna infancia normalmente llamados curas.
Otro tanto por ciento no delimitable hizo del noble arte de tocarle los… a sus congéneres una profesión: ginecólogos, proctólogos y políticos en general.
Lo que, por más tiempo de evolución que pase, por más batacazos que se den, por más pruebas que tengan de que toda la historia de la humanidad no es más que un conjunto de mentiras ideado por una minoría, lo que desde el otro lado de la naturaleza no termina de comprenderse aún, es como esta especie no se da cuenta de que invierte casi la totalidad de su vida en matarse a hacer cualquier cosa para poder pagar y hacer lo que sus parientes lejanos han hecho, hacen y seguirán haciendo: comer, dormir, aguas “mayores” y “menores” y, básicamente, coger lo más rico que se pueda.