Me dices: Estoy desnuda ¿no quieres venir?

   Y mi libido se pelea con la rabia contenida, con la respuesta innecesaria.

   ¿Acaso no te has dado cuenta ya?

   Si estás desnuda, estoy ahí.

   En esa humedad que se percibe en cada pliegue.

   Si estás vestida, me llevas dentro.

   Soy el roce que, a veces incomoda, que hace que te preguntes que haces aún vestida y yo tan lejos.

   Si estás fría, soy tu calor.

  Si estás caliente se acaban las palabras y empiezas los silencios atronadores.

   Me pides una palabra para empezar a jugar, a vivir, y te da igual que sea un sustantivo, un suspiro o un hijo.

   Te importa un pito, te vale madre que dios decidiera comenzar por un verbo.

   Mejor no repitamos errores del pasado. Para locos nos bastamos nosotros y nuestras cosas. Me basta tu locura para estabilizarme y algunas, estas letras para acercarnos, para abordarnos como expertos piratas.

  Me pides una palabra para a(r)mar un puzzle, para construirnos castillos en el aire fraguados con experiencias comunes, con lágrimas que lloramos sin sabernos tan cerca.

   Ahora juego a clonarte al estilo tradicional.

   Mis manos en tus pechos, mi cabeza sobre tu hombro, tu melena al otro lado, nuestra mirada coincidiendo en el punto elegido del espejo. El movimiento parejo, rítmico, incansable te multiplica.

   No, no quiero miles. Hasta tu reflejo me convierte en un cazador de olores por toda la casa. La cama a pegada a la tierra, mi cuerpo pegado a ti, batiéndonos a pecho descubierto. Si yo te clavo la mirada, tú me clavas los pezones. Y conjugamos otro verbo. Con-jugamos otras reglas.

   Te quiero cada día nueva, como siempre, y la misma, como hoy.

   Cada orgasmo, como el primero y el último. Mi beso, cuando abres los ojos. Tus pies pisando el suelo, tus caderas incorporándose de la cama al nuevo día. Mi amor tras de ti como perro en celo, persiguiéndote en cada gesto, en la oficina, en el metro, en la calle, en.

   Con esta vida llegaré, con un «por fin» tatuado en los labios resecos de tanta espera. Con el ansia, contra la distancia. Nadie saldrá herido en esta batalla, pero cada poro ha de ser conquistado y defendido hasta el final.

   Grita, grita cuanto quieras, cuanto quiero. Las huellas de tus pies son las antorchas que iluminan el camino. El castillo podrá caer, pero tu primer bandera jamás.

   Y no temas, nunca.

   No te rindas, nunca.

   Estaré ahí incluso y sobre todo cuando creas que no.

   Si el plan se resistiera, échale la culpa a mi imaginación. Tal vez me desvié tantito al crearte, pero nunca al creerte. Del quererte… ¿qué te puedo contar? ¿Qué haré contigo?