Definitiva, infinitavamente no.
Es más, ni siquiera tal vez.
Ya no creo en excusas o promesas: ni tuyas, ni mías. Ni en vueltas ni revueltos.
Porque no. Porque no me hacen daño las palabras, ni siquiera los infinitivos o los condicionales.
Y si no me rasuro por miedo al espejo y a la navaja, es algo que no podrás comprender. Y si lo comprendes, sinceramente, me trae sin cuidado, porque son mi barba y mi rostro lo único que se refleja. Ya me miraré cara a cara, frente a frente, ya jugaré otro día al cíclope y por eso estará mi ojo, y un espejo y tan sólo quien sepa jugar, quien no quiera jugar a vivir.
Un día de estos (una noche, claro) alguien podrá entender y explicarme todo esto. Sé que depende de mí, de alguienes, de algunos y de nadies.
Pero ahora, hoy, esta noche estoy aqui y, qué más da? a quién le importa?
Yo sé.