Relindas, Rechulas, Rebajas

«El problema de la juventud de hoy es que ya no forma uno parte de ella.»

Salvador Dalí

La religión se inventó el infierno. Los romanos el circo. Los pueblos precolombinos ritos cuyo fatal destino era la pulida piedra del sacrificio. Los nazis crearon los campos de concentración. Satlin le sacó tanto partido a la estepa siberiana con E.E. U.U. a Guantánamo. Y el capitalismo, separándo el grano de la paja, maquiavélicamente hablando, nos ha ido inoculando el dulce veneno del consumismo gota a gota, en la dosis exacta para no llegar a ser letal pero sí efectiva. Y como colofón y muestra evidente de su triunfo que perdurará per saecula saeculorum igual que las pirámides, creó el tipo de construcción más estereotipado de toda la historia de la humanidad: El Centro Comercial.

Para los que cuando éramos niños sólo sabíamos de su existencia (como tantas otras cosas) a través de las películas de Hollywood, aún somos capaces (perdona por pluralizar) de darnos cuenta de que, una vez dentro, dejas de ser tú. Lo sabes y entras. Crees conocer todos los trucos subliminales o evidentes del marketing, y vuelves a caer.

Sin embargo, para mi hijo un centro comercial es algo tan normal como una play, como un PC, un DVD, un MP3, un microondas o que el hombre viaje por el universo como el pecado por la conciena de un cura. Una vez se encontró en mi cajón de sastre un cassette (casete según la RAE) y me preguntó que para qué servía eso y noté en su expresión que quiso decir «para qué coño», pero aún le quedan un par de años (o eso creo yo) para faltarme al respeto tan directamente. Por suerte, al menos mi hijo, ya no me pregunta nada cuando ve un libro. Para orgullo de su padre, le puede la curiosidad, así que lo abre y se pone a leer. Claro que, hasta el otro día, nunca me senté con él delante de un videojuego y, por el contrario, siempre me vio con un libro en la mano.

Lo peor de todo esto es que aún hay gente, y espero que no sea la mayoría, que te dice que no lee sin avergonzarse y hasta con orgullo y satisfacción, como quien confiesa no haber matado nunca a nadie, o que no se masturba . Una vez leía una frase creo que de un tal Anónimo que decía: «Los jóvenes que prefieren la televisión y las discotecas a la lectura demuestran que se puede empezar a ser gilipollas desde joven«. Y es que la ignorancia es muy atrevida. Lo que contradice en parte la cita de Alexandre Dumas, hijo (para más iniri) que dice: «No llego a comprender por qué, siendo los niños tan inteligentes, los adultos son tan tontos. Debe sere fruto de la educación«. Vale.