Recuerdo que alguien me comentó una vez que ese libro le gustaba, o era bueno, o se notaba que era muy profundo por el tipo de letra en que estaba impreso, por su tamaño, el cuerpo de la fuente. Lo cierto es que para mí, que nunca me he fijado (ni lo sigo haciendo) en esos detalles, me pareció curioso, digamos que hasta ofensivo teniendo en cuenta la cantidad de literatura que se podría haber escrito o se escribiría, como crítica literaria sobre tal o cual libro. Sin embargo, esa primera impresión de un objeto puede llegar a ser fundamental para el destino. En el caso del libro y para su autor, las propias ventas del libro. Sabemos de gente que compra libros por quilos, dependiendo de si el color del lomo hará juego con los sillones; de padres que compran enciclopedias, ilustradas, eso sí, para que sus hijos hagan los trabajos de clase; nunca para leerlas, eso no.
Pero debo reconocer que, a veces, influye el tipo de letra. No es lo mismo escribir (no digamos leer) «puta» -que puede ser, dependiendo del contexto en que la hallemos, una palabra ofensiva- en Times New Roman 14 pt, por ejemplo, que en Tahoma 14 pt. Es una puta distinta, no me digan que no. No parece tan puta, tan indecente, tan pecaminosa. Y el colmo de la realidad es una “puta” en Times 12 pt, o en 10 pt (“puta”); 9, puta; 8, puta, 7… Definitivamente, en Times New Roman 9 pt es lo más insultante que te pueden decir. En Internet, por ejemplo, en los chats interactivos las mayúsculas significan que alguien habla gritando. Las exclamaciones se nos quedaron anticuadas, a pesar de la fuerza que siguen teniendo. Para los que nacimos antes que Internet, una ¡puta! entre signos de admiración sigue siendo más elocuente que una simple PUTA en mayúsculas. Al igual que, creo, para todos una puta en cursiva es, como decirlo, más erótica; una puta cara, vaya.