-Por favor, quítese todos los objetos metálicos, vacíe sus bolsillos y póngalo todo en esta bandejita junto con su equipaje de mano.
-Perdone, pero, ¿esto qué es?
-Un corazón.
-Pero ¡¿está latiendo?!
-Claro ¿para qué iba a necesitar un corazón muerto? En todo caso estará moribundo.
-Ni siquiera está permitido llevar un frasco de colonia y usted pretende viajar con un corazón…
-Es que ese es el mío. El que llevo en la maleta no, pero también me pertenece. Cuándo nos casamos nos intercambiamos los corazones, pero el mío no lo pude dejar en casa: se hubiera dado cuenta en seguida de que me había marchado y, además, era un requisito indispensable para la petición del pasaporte.