Dicen que los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla, y el pueblo canario adolece de olvido como un mal congénito. Tenemos memoria de pez (pobres animalitos) o sufrimos —incluso a la vez— los síntomas de esa maldita enfermedad con nombre de científico alemán casi pronunciable. Olvidamos, por ejemplo, que hace pocos años un grupo de gobierno encabezado por un clon decidió edificar una biblioteca pública en suelo protegido o que hace casi unos cuantos siglos fue edificado un hospital que fue «ante todo, un centro en el que el grupo de poder distribuyó una mínima parte de las ingentes ganancias percibidas a través de la explotación de los sectores populares, buscando a cambio el mantenimiento de sus intereses con el control de dicha población, presentarse ante ellos como sus benefactores y la compra, si era posible, del pendón eterno[1]».
Hoy estamos de enhorabuena —creo, a pesar de todo— pues la inauguración y rescate de un edificio histórico, el único de esa época que nos queda en las Islas, y su conversión en centro cultural es siempre una buena noticia. Quién podrá acceder al usufructo de estas instalaciones está por ver aunque, a tenor de lo que siempre ha ocurrido con los edificios gestionados por entidades gubernamentales, me temo que serán las amistades de alguien que tiene un familiar que conoce a no sé quién que una vez se tomó un guanijey con una persona que dice a conocer a otro alguien que trabaja para dicha entidad en no se sabe qué exactamente.
«Mucho de esto huele a museo, y las gentes están contentas —porque los museos son sitios seguros donde se guardan bajo llave los objetos explosivos; uno va el domingo a verlos, etc.[2]», y además tendremos descuentos —o no, o sí o yo qué sé— por residencia. Se nos cambia la asistencia física en nuestra ancianidad por el alimento del espíritu al alcance del vulgo: no más pan, que las elecciones se no echan —literalmente— encima y le toca el turno al circo. No se molesten en hacer cola para conseguir una entrada para la función principal que, en esta ocasión, las subvenciona el Cabildo de Gran Canaria (sí, ya sé que el Cabildo se financia con fondos públicos, o sea, que en verdad eso ya lo pagamos con los impuestos, como rescatar a la inútil Unión Deportiva del descenso y pagar su deuda y).
Por suerte, pensarán algunos, hay cosas que no cambian y son como debe ser y está mandado. El antiguo hospital de san Martín reconvertido en centro cultural, inaugurado este viernes para acabar, por fin, con tanta polémica respecto a su destino, está siendo publicitado por el Cabildo con un anuncio en la Televisión “pública” canaria donde aparece una mujer en el papel de limpiadora que deja el nuevo espacio como los chorros del oro, oiga. Y nadie ve nada de malo en repetir estereotipos pagados con nuestro dinero, en que las mujeres —pobres— sigan interpretando el rol que desde las instituciones públicas se estimulan. La verdad es que no sé de qué me quejo… ¿no dicen que querían trabajar fuera de casa? Desde el Cabildo de Gran Canaria, ahora que llegan las elecciones, desde el Partido Socialista que tanto ha hecho por la mujer con sus leyes y sus ministerios de quita y pon, apostamos por la integración de las mujeres canarias y la normalización social. Porque el trabajo es como las meigas, haberlo haylo, manque sea limpiando escaleras, mija, porque hay que ver cómo está el servicio, y ya no te cuento de los servicios públicos.
PD: Adjuntamos la nota del gabinete de comunicación-prensa de la consejería de presidencia del Cabildo destacando perlas lingüísticas como “los arquitectos Elsa Guerra y José Carlos Reveriego los arquitectos Elsa Guerra y José Carlos Reveriego”, convertida más adelante en “la arquitecta Elsa Guerra”, sin operación ni nada, para terminar convertida en “la arquitecto”, y así ni pa ti ni pa mí. Recomendamos al equipo responsable del gabinete de prensa y, de paso, a todos los partidos políticos, se sumen a la campaña “Tú no me nombras, yo no te voto”, cuyo taller de “Comunicación política no sexista: Por mis palabras me conoceréis”, tenemos la seguridad que estará incluido en la programación del Centro de Cultura (Contemporánea, ¿eh, qué se creían?) san Martín. A él nos encomendamos.
[1] Quintana Andrés, Pedro C. «Grupos urbanos y asistencia social: el hospital de San Martin en Las Palmas en el seiscientos», Vegueta, número 7, 2003.
[2] Cortazar, Julio, «Un cadáver viviente», Realidad, núm. 5, mayo-junio de 1949, pág. 350.