We don't need… No more troubles

War

Until the philosophy which hold one race superior
And another
Inferior
Is finally
And permanently
Discredited
And abandoned

That until there no longer
First class and second class citizens of any nation
Until the colour of a man’s skin
Is of no more significance than the colour of his eyes

That until the basic human rights
Are equally guaranteed to all,
Without regard to race

That until that day
The dream of lasting peace,
World citizenship
Rule of international morality
Will remain in but a fleeting illusion to be pursued,
But never attaine

Robert Nesta Marley

Quería escribir muchas cosas que me vienen, más que a la traicionera mente, al corazón o a ese sitio que nadie sabe dónde está exactamente pero que hace que se nos pongan los pelos como escarpias; sí, justo ahí, ya sabes.

Ayer fue un día para no olvidar, para no condenarnos a repetir la historia que escriben, siempre, los vencedores pues los vencidos aún siguen desaparecidos o enterrados bajo cunetas anónimas o tienen padres postizos que mataron a sus verdaderos progenitores.

Quería, repito, escribir, si no muchas cosas, al menos algo de lo que me hace pensar (gracias a dios y al diablo aún sigo con esas extrañas costumbres) una canción como esta, que no deja de ser una poesía directa al corazón, a la conciencia, a la vergüeza que debiéramos sentir cada vez que abrimos los ojos, abrimos un grifo, abrimos un libro, abrimos una cuenta corriente y no nos abrimos las venas en canal, y apagamos la tele para no ver, para no saber, para no sentir… excepto el culebrón de las tres de la tarde, claro.

Porque la verdad (y la poesía, la literatura y el arte en general) se esconde en una canción de Bob Marley, por qué no; un negro (atención, no un hombre de color. De qué puto color?) que encontraba a su dios en el smog de su adorada Mary Joan…

Fumenos, pues, bebamos, cojamos, follemos, comamos, besemos, acariciemos, mordamos, ensalivemos, vivamos, pero nunca, nunca más  creamos lo que cualquier inútil que salga en la tele o en el parlamento nos diga: Si quieren matar, no me opongo, pero que peleen como hombres, esto es, como niños: en el muro pegado al barranco, en la trasera del gimnasio, después de la clase de música, tu y yo solos, sin testigos, a ver quien se raja primero. Y después, nos hacemos un asadero de lagartos…